miércoles, 16 de marzo de 2011

LA ANTIMINERÍA Y SU MANUAL DE ZONCERAS CRIOLLAS


Por Daniel Bosque, director de Mining Press

Resulta saludable que los polémicos Svampa y Viale, en esto de “minería sí o minería no”, hayan decidido aparcar por un momento el tema medioambiental para ocuparse de una cuestión medular, como es la propiedad de los medios de producción (diría Carlos Marx, citado por mí “a ciegas” según los nombrados).
Es innegable – acuerdo con ellos - que la Argentina sufrió, desde comienzos de los ’70 una “reprimarización” de la economía, proceso que se ha profundizado en este siglo con la consabida dependencia del complejo sojero, lo que ha mutado incluso la esencia tradicional agropecuaria de la pampa húmeda. También es cierto que esta desindustrialización ha transformado de raíz nuestra sociedad y cultura política. Sin la desaparición de medio millón de empleos fabriles en la Dictadura no hubiera sido posible lo que vino después: el remate de la educación y la muerte de los ferrocarriles (dos emblemas de Sarmiento, cuyo Bicentenario ignoró el gobierno nacional), la venta de empresas públicas, la pérdida de la cultura del trabajo, por citar cosas. Hemos cambiado, colectiva e individualmente. Perón (disculpen, otra cita a ciegas), jamás hubiera imaginado que la fortaleza sindical justicialista estaría en los gremios estatales, archienemigos en los ‘40, o en los camioneros, expresiones de un país en el que predomina su sector de Servicios.
En este escenario ocurren cosas como estas: La Argentina no tuvo desarrollo minero importante en 170 años y sólo se vislumbró en los ’90, por la reforma del Código Minero del menemismo, y por la expansión de la industria minera mundial. En la próxima década el planeta demandará más minerales que en las cinco anteriores, traccionado por China, India, Rusia y Brasil, etc. El resultado aquí está a la vista: 60 empresas exploran en la Argentina, la minería es hoy un 5% del PBI, siete veces más que hace una década; sus US$ 3.000 millones de exportaciones desplazaron en volumen a las carnes, según el Grupo de Empresas Exploradoras (GEMERA).
La minería global es un negocio concentrado de capitales con epicentro en las Bolsas y centros financieros, que funciona con las reglas capitalistas de inversión, rentabilidad y especulación. Bajar costos, optimizar operaciones, valorizar acciones y contener salarios. Así se maneja una empresa, no sólo minera, aquí y en la China. Pero no es verdad que la minería es el prostíbulo vergonzante que el Norte pretende alojar en el Sur. El geólogo Pablo Marcet recuerda que la minería es más que protagónica en los países ricos occidentales: La mina más grande del mundo es Bingham Canyon, cobre a cielo abierto en Utah, Estados Unidos. Australia es el primer productor mundial de bauxita, segundo de uranio, plomo, zinc y litio, tercero en oro, diamantes, hierro, manganeso y níquel; cuarto de carbón y plata, y quinto de cobre. Estados Unidos es el segundo productor de oro y cobre y el primero de berilo, azufre y molibdeno. Sus exportaciones mineras superan los US$ 100.000 millones. California suma 629 minas y es el quinto productor de oro de EE.UU, detrás de Nevada, Alaska, Utah y Colorado. Produce diez veces más oro que Argentina. En Canadá operan 813 minas, 55 metalíferas, que exportan por más de US$ 50.000, un 15% del volumen canadiense.
San Juan y Catamarca. Dos casos emblemáticos de la minería  
  Una decepción reciente para la antiminería, que tanto saqueo denuncia aquí: en la famosa Encuesta Fraser 2011, entre 500 mineras del mundo, Argentina es el país 60°, entre 79, en preferencias para invertir. Chile, por ejemplo, está 8°.
Pino Solanas acaba de decir en San Juan: “El hombre no puede vivir sin minería, sin agricultura, sin pesca...Sin agua no hay vida… Hay que crear un sistema que permita la continuidad de las actividades mineras, hay actividades mineras muchísimo menos contaminantes que otras, pero tiene que haber control social… Las mineras contaminan el medio ambiente, pero también a gobernadores, jueces y legisladores”.
¿Y si las minas fueran del Estado, del capital nacional, “de los argentinos”, como reclama Solanas, serían menos contaminantes? ¿Si Argentina, el pueblo de la Nación o una burguesía patriótica, lograran reunir los US$ 20.000 o 30.000 millones, mínimo, que hacen falta para desarrollar su minería, qué diríamos del cianuro y los glaciares?.
El PO, Quebracho, la CTA (que destroza a la minería pero armó un sindicato minero), la izquierda, muchos radicales, algunos peronistas, Greenpeace, actores y músicos famosos, le exigen a las provincias andinas que renuncien a cualquier proyecto de industria extractiva mineral en sus abundantes recursos, un capricho antihistórico en una geografía cuya tradición (como en Jujuy, Salta, Catamarca y La Rioja) fue minera. Nada dicen de la soja, la petroquímica, los efluentes industriales del área metropolitana. Paradójicamente, objetan a la única industria que tiene una ley ambiental específica, la L.N. 24.585. “El país necesita proteger los glaciares, pero no a costa de prohibir la producción”, reclamó en el debate Manuel Benítez, el líder de la central minera CAEM. La votación fue reñida y teñida de política: varios senadores K le dieron la espalda a la minería aterrorizados de que un empate erigiera al saltimbanqui Cobos en nuevo héroe ecologista.
“Lo que no queremos es megaminería” dice la sindicalista de ATE Raquel Blas mientras militantes dañan la Legislatura de Mendoza para impedir una mina de cobre. En la audiencia pública de Uspallata, por esta mina, dos humildes mujeres desafían a los activistas y vecinos verdes que no quieren minería a 40 km: “entonces dennos trabajo, paguen sueldos dignos, no oculten lo que pasa con la basura o las cloacas”. Lucha de clases, a escala vecinal, digamos.
Hay 800 minas en el mundo que usan cianuro, más de la mitad en el Norte rico, y sin accidentes, por eso la Comisión Europea rechazó la propuesta de diputados rumanos de prohibirlo en ese Continente (lo que no cuentan Svampa y Viale). Contaminante es el mercurio de los “garimpeiros” latinoamericanos, la más grave amenaza para el Amazonas y decenas de ríos.
Romina Picolotti, hoy procesada por malversación de fondos públicos, asumió en Ambiente de la Nación diciendo que “la minería genera pobreza”. Pero al menos en Argentina, la hidatidosis, la mortalidad infantil y el hambre existía en las comarcas andinas donde el Estado estaba sólo para la foto antes de que llegaran Barrick, Xstrata y compañía.
Otra cosa es discutir, como reclaman Svampa y Viale, la renta minera, regalías, impuestos, cánones, cuanto ganan las empresas, qué les queda a las provincias y sobre todo a sus gobernados. ¿Pero, cómo, no era una industria venenosa, homicida? Claro que debatir la macroeconomía, o de liberación o dependencia, requiere de cierta sensatez y lealtad de ideas. Más fácil es predicar que el agua o la energía del gas natural sólo son sólo para el consumo residencial o agrícola. Con esa premisa, no existiría este país y su tejido industrial.
En cualquier esquina de San Juan se puede preguntar por la minería. Salvo opiniones minoritarias, se recibirá el buen reflejo de un boom que movió 400 pymes y disparó el PBI provincial, con picos de empleo e inversión durante la construcción de las minas. Hasta comienzos de la década, la provincia languidecía, de crisis en crisis, mendicante de los auxilios de la Nación.
En Catamarca, un principio de acuerdo hará que los socios extranjeros de Alumbrera exploten, por 25 años, el proyecto Agua Rica. Para la electa gobernadora Lucía Corpacci, que reivindica el rol minero de su provincia, es la mejor de las noticias. La estatal YMAD, que se queda con el 20% de las ganancias de Alumbrera, salvó a la provincia del “crac” frente a la dura asfixia financiera del gobierno nacional que ya lleva cuatro años. El diario “El Ancasti” editorializó: “el acuerdo modifica en forma auspiciosa el panorama para Catamarca, por la participación de YMAD. Así, el Estado catamarqueño podrá sumar a los ingresos de Agua Rica por regalías, lo que pudiera corresponderle por las utilidades que arroje el proyecto”. ¿Qué hará el futuro intendente de Andalgalá? ¿Reclamará más mieles de la minería o adscribirá a los consabidos tips de la antiminería?
Hay quienes engañan a los jóvenes. Catamarca siempre fue minera. La historia de YMAD ilustra acerca de ciertas confusiones mentales criollas. El yacimiento fue descubierto por el geólogo Abel Peirano, quien donó sus derechos a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Catamarca y Tucumán casi fueron a una contienda violenta por su propiedad. Laudó la Nación y se creó YMAD, compartida por la UNT y Catamarca, pero Peirano testó que parte de las utilidades del Bajo de la Alumbrera irían a las universidades nacionales. Pero hoy una progresía infantil rechaza esos fondos en varias casas de estudio por provenir del “saqueo minero”. Peirano debe estar revolviéndose en la tumba.
Don Arturo Jauretche decía: “Hay zonceras políticas, históricas, geográficas, económicas, culturales. Algunas son recientes, pero las más tienen raíz lejana”. 

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